El Nacimiento de la Aviación

El Nacimiento de la Aviación

20 mayo, 2019

Cómo se vivió en el pasado, hace, hace muchos años. Más de cien, pocos más  pero más de cien.

El Aeroplano es un ave “francesa”. Un avión es esencialmente una máquina voladora que consiste en una o más "superficies de sustentación" que lo elevan y soportan en el aire, y un motor que impulsa una hélice  que lo empuja hacia adelante. (descripción primera de la aviación) ¿A quién se debe la invención de estos dos elementos?

"No hay una posible disputa. Fue un francés, Alphonse Penaud, quien formuló las leyes fundamentales del vuelo, según las cuales un avión en movimiento se enfrenta al viento, de modo que lame, por así decirlo, la parte inferior de sus alas, y permite que el dispositivo sea empujado hacia arriba. En 1871, Penaud  ya fabricó modelos de aviones, que eran maravillas de la mecánica y que operaba con el motor lo más simple y ligero posible: un manojo de hilos de goma trenzados. No tuvo tiempo de pasar de la experiencia científica a la práctica: murió en 1877, con apenas tenía treinta años. Sin embargo, él dejaba creado el principio.

"Quedaba por estudiar y establecer las condiciones de equilibrio del dispositivo durante su movimiento o impulso. Correspondió al Coronel Renard, que era el genio de la ciencia del aire, quien con su estudio establecería la fe en el vuelo. El alemán Otto Lilienthal pudo entonces obtener entre 1891 y 1896, vuelos aéreos humanos de 200 a 300 metros en un avión sin motor e imaginó pruebas interesantes que pagó con su vida en su experimento número dos mil. Él es el único con el que los franceses admitieron ante la historia compartir un pedazo de gloria. Otro francés, ingeniero, Octave Chanute, que se había establecido en Estados Unidos, construía y experimentaba, en las proximidades de Chicago, biplanos no motorizados, su trabajo sobre el “hombre volando como  pájaro”. Orville y Wilbur Wright, que fabricaban bicicletas en Dayton, Ohio, acudieron a Octave Chanute  en busca de consejo. Chanute,  enseñaría  a los hermanos Wright los secretos del arte de volar en un planeador. Sucedía en 1900.

<< Octave Chanute

Pero quién tuvo la primera idea de adaptar un motor a las alas? Se le imputaría a otro  francés, Clement Ader.

Fue Clément Ader quien logró por primera vez liberarse de las leyes de la gravedad con "un peso mayor que el aire". Fue Clément Ader quien tuvo, ante todo, la intuición de los eminentes servicios que la aviación rendiría, un día, desde el punto de vista militar. Y, como siempre sucedía con aquellos abnegados y valientes pioneros, Ader solo cosechó incredulidad y, como siempre también, solamente encontró desilusiones. Pero, al menos, cuando acababa de iniciar la década de los años ochenta (siglo XIX), pudo presenciar el triunfo de sus ideas. A esos momentos se debe su conocida frase "Ahora ya puedo morirme sólo ". Había demostrado, con sus vuelos de planeadores y con el Avión nº3, que sus sueños no eran solo quimeras.

Aunque era de una modestia que rayaba en la timidez, pudo jactarse de haber sido el primer mortal que, a bordo de un avión, pudo abandonar la superficie terrestre.

<< Otto Lilienthal

Fue el 9 de octubre de 1890 cuando tuvo lugar el evento que revolucionaría la navegación aérea. El Eole, que Clemente Ader había construido entre 1886 y 1888, voló durante cincuenta metros a una altura de cincuenta centímetros. Los tres o cuatro testigos de aquél gran evento contaban entonces su asombro cuando vieron el dispositivo,una especie de monoplano con alas de murciélago y equipado con una máquina de vapor que accionaba dos hélices, elevarse de la tierra tras una rápida carrera.

Se precipitaron en los brazos del brillante inventor; lo besaron Pero él, muy tranquilo, les recomendó el silencio más completo, contentándose con decirles: "Mi cámara aún no está desarrollada".

Los dos capataces de Clément Adér, impresionados por el evento sensacional al que acababan de asistir, querían asegurar de alguna manera la conmemoración. Eligieron un gran bloque de carbón de leña y lo enterraron en el mismo lugar donde Clèment Ader había resucitado como inventor. Aquél lugar, cerca de Gretz,  pertenecía al parque de la familia Pereire.

Una vez más, Clemente Ader se estaba recuperando. Su trabajo, durante meses, continuó, obstinadamente a salvo de indiscreciones. Al no tener nada que lo respalde más que su fe en su estrella, introdujo a su Eole una cierta cantidad de modificaciones.

Un año después, estaba listo para nuevas pruebas. Había construido un segundo aparato, cuyos experimentos, gracias a M. de Freycinet, entonces ministro de la guerra, continuarían en el campamento de Satory.

El 9 de septiembre de 1891, nuevamente Clement Ader se fue del suelo. Viajó cien metros a una altitud de más de un metro. Desafortunadamente, Eole nº 2 tropezó violentamente contra  un carro que estaba allí.  Por muy mala suerte, la máquina sufrió  un daño muy serio.

Sin embargo, estas pruebas habían sido bastante concluyentes para que el inventor fuera apoyado por la administración francesa de la guerra. No obstante Clemente Ader no se encontraba totalmente satisfecho con lo logrado. Para  perfeccionarlo, se despreocupa de los costes que supongan las mejoras y aporta al proyecto medio millón de francos. Aseguró sus trabajo (patentó) para trabajar a su antojo en sus ideas. Y se aseguró también de no inmiscuirse en los trabajos de otros ingenieros.

Clemént Ader  se da cuenta de otra avanzada idea, al respecto de la máquina voladora. Se da cuenta del arma tan poderosa que sería el avión para usos militares. Inmediatamente,  intenta identificar una táctica y una estrategia aérea; desde el principio, comprende qué tremendo alivio podría tener Francia con una flota de aire.

Gran precursor, un cuarto de siglo antes de la Gran Guerra dibuja todo un plan de organización de escuadrones aéreos, que incluyen, aviones ligeros y ultra-rápidos para el combate y para cazar, así como aviones más pesados y más fuertemente armados para el bombardeo.

Al tiempo está estudiando un plan para la defensa aérea de París; Incluso ya intuye y describe, Ader,  el tipo de proyectiles,  similares a los que los pilotos usarían 25 años más tarde (durante la Primera guerra mundial), con el éxito que conocemos.

Con su fe como apóstol, Clement Ader convence totalmente con sus ideas al ministro de la guerra  M. Freycinet. La milicia tradicional fue militarizada y extendida con los aviadores en la rue Pajou. Los trabajadores empleados en el mismo tuvieron que jurar "no revelar nada de lo que sucederá en dichos talleres". Y este juramento, refrendado por Clement Ader, se otorga al Ministro de Guerra. El inventor ha adjuntado el programa que pretende lograr en el corto plazo y estas eran sus líneas principales:

  1. Fundación de una “escuela de aviación".
  2. Establecimiento de un arsenal para los proyectos y construcciones  de aviones;
  3. Fijar una táctica y estrategia específicamente para una fuerza aérea.
  4. Formación de escuadrones aéreo: reclutamiento y entrenamiento de pilotos.

¡Ay! ¿Por qué la mala suerte tenía que funcionar en su contra? Durante seis largos años había trabajado para perfeccionar su trabajo; finalmente había desarrollado una nueva máquina  a la que llamó Avión. Estaba listo para probarlo. Él había informado de ello a la calle Saint Dominique. Se nombró una comisión, presidida por el General Mensier.

Acudieron al campamento de Satory, donde se había trazado una pista circular de 40 metros de ancho y 450 metros de diámetro.

Aquél día, 14 de octubre de 1897, el clima era espantoso. Hacía viento y estaba lloviendo. Clemente Ader quería volar de todos modos. El enorme pájaro, con sus alas de 15 metros de envergadura, aceleró sobre sus ruedas, aumentó su velocidad, se elevó a una altura de 1,50m.  a 2,00 metros y viajó unos trescientos metros. Una explosión le sobresalta. Ader, temiendo un accidente y sin tener la experiencia de deslizarse, se estrelló  sin que él resultara herido.
¡Pero desafortunadamente! esta ráfaga de viento resultó  fatal para la empresa de Clemente Ader. La comisión regresó a París, sin una impresión favorable y escribiría un informe cuyas conclusiones iban en contra de las esperanzas del brillante inventor. El Ministerio de Guerra, que había proporcionado alrededor de 500.000 francos, se negó a continuar con sus aportaciones. No obstante, el Avión nº 3, ¡¡había volado!!. Hubo un testigo irrefutable. El terreno estaba empapado y las ruedas de Ader habían abierto un surco... hasta donde el pájaro había salido. -

En vano, Clément Ader trató de luchar contra el mal destino que se vino contra él. Lo intentó... Un día la desesperación le venció. Llegó a la rue Pajou, despidió a su personal, y luego, con la muerte en su alma y con ira en su corazón, rompió y quemó lo que le había costado tanto estar despierto, tanto esfuerzo.
Luego se fue de París; iba a proteger su retiro en su pueblo natal, un rincón perdido de la región pirenaica. Sin embargo, antes de irse había donado al Conservatorio de Artes y Oficios su Avión, que hoy se encuentra en el lugar de honor de este establecimiento nacional.

Recuperó la historia:  José David Vigil-Escalera Balbona.- Director de la revista RESCATE

 

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